Lo dejaré todo: March 2008

Tuesday, March 18, 2008

Bajo las sombras

Capitulo 2

Frunció el entrecejo, y trato de menguar la rabia que sentía en todo su interior, el corazón le palpitaba tan fuerte que sentía que por poco se le salia del pecho.
Cerro las cortinas a la par que le daba la espalda a al ventana.
Sean no podía creerlo, no lograba entender como la suerte lo acompañaba tanto, o quizas en nada. Por la ventana habia divisado todo lo ocurrido entre Harol y su Altenia- curioso a pesar de todo aun seguía pensando en ella como suya- ya habían pasado cuatro meses sin que le dirigiera una palabra a su amada.
Justo ese día, en ese momento se le ocurrió mirar por la ventana a la cual tenia acceso, daba a un balcón de unos pocos centímetros, de superficie hacia el exterior, no salio a vislumbrar el paisaje simplemente se asomo por la ventana y lo que vio a unos 20 metros en una pieza de una casa de noble fachada le seco la boca. Suerte o una maldición del destino debía olvidar a esa mujer.
Hizo una mueca como si fuera a escupir sus pensamientos y se sentó en la cama. Hizo un leve intento de llevarse las manos a las sienes, no le dolían para nada, pero cada vez que pensaba en Altenia se le revolvía todo y por poco no se le hacia un agujero en el estomago.
Penso en las cosas que le quedaban por hacer, aun no había terminado de pagar las cuentas, no podia pensar en el dinero que no le estaba llegando de sus trabajos, de nada servia gastar sesos pensando en materialismos que de nada le servían. Pensó en su familia, ¿Como estarían pasándolo allá? en la soledad y la bastedad del calor del norte, hacia meses que debía de haber comenzado a llover y no habia pizca de nubes en el cielo, sopeso la idea que allá 2000 kilómetros cerca de Farein, la Ciudad del Norte, el sol debía arreciar el doble de lo que lo hacia aquí, aqui donde la polera se le empapaba de sudor a los 5 minutos de estar bajo el cenit de la maxima temperatura. Jovai estaba allá arriba. Cielos, como quería a esa mujer, pero no podía hacer nada por ella. Era solo el amor de un hermano a una hermana que nunca ha tenido, pero no podía menos que preocuparse por ella y las dificultades de su vida. Y también estaba Altenia...-Tengo que dejar de pensar en esa jodida mujer- de alguna manera la idea de la que solía ser su amada se las ingeniaba para colarse en la barrera que creaba en torno a sus ideas cosa de solo pensar en situaciones agradables. Pero le fallaba. Era inútil siendo objetivos.
Deshecho esta ultima idea y se puso de pie. Fue al baño haciendo crujir la arena aplastaba bajo sus pies. -Tengo que barrer esta jodida mierda- pensó. No lo haría, nunca lo hacia, pasaba 1 o 2 noches en el mismo lugar y luego se marchaba a realizar la tarea que le habían encomendado.
Debia destruir a Harol, tenia que hacer que perdiera su honor y su prestigio frente a otros cortesanos adinerados. Harol, era del mismo grupo de nobles que le daba trabajo a Sean, no lo hacían directamente claro, uno le pasaba el mensaje a otro que estaba más bajo que su rango, y así, hasta llegar a ubicarlo entre la inmundicia que sobrecargaba las calles de Nine, generalmente era un ebrio al que debían de contratar para que transportara el mensaje, nadie sospecharía de un ebrio que sale de una taberna para ir a otra. El país estaba hecho un asco. Pero a el le importaba poco. Solo sabia hacer lo suyo, y tenia que hacer lo que tenia que hacer.
Volvió a mojarse la cara con agua y se miro al espejo, cansado, tristeza y cansancio reflejaba su rostro. No era la primera vez que viajaba diariamente sobre su caballo, deteniéndose a penas para que su alto halagan descansara un poco y recobrara fuerzas. Pero eso era lo el veía en su rostro. Sus ojos, como habían cambiado, verdes con tintas de color amarillo, le habían dado mucha popularidad con las mujeres en su juventud, fue así como conoció a Altenia... hizo una mueca, a la par que sus cejas se fruncían y marcaban arrugas en su frente. Era la imagen de la rabia, le costaba trabajo dejar de pensar en aquella mujer, y más dolor el pensar en como la había perdido, lo había hecho porque no pudo lidiar con su oponente, el mismo. Su boca se arqueo como en una sonrisa irónica y se lanzo de frente contra el espejo. Un sordo sonido inundo la pieza, los pedazos de vidrios que se desprendieron con el azote de su cabeza cayeron sobre el suelo y estallaron en otros tantos aun más diminutos. Se alejo de la zona de impacto y quedo fijamente prendido a lo que veía a través de los surcos que ahora llenaban lo que quedaba del espejo y que se concentraban todos en un punto donde un circulo nublado marcaba el punto exacto donde se había golpeado.
Se quedo fijo, mirandose a través de la imagen y lo que vio no le dio para nada un alivio a la amargura. Se vio a él mismo. Nada cambiaba a pesar de que intentaba cambiar su destino. Debía sobrevivir hasta ese día. Debía salvarlos y morir. Era el destino que le habían confiado y era, quisiera o no, la única suerte que tenia que correr. Hiciera lo que hiciera, toda su vida regresaba al mismo punto donde la había dejado cada vez que se exiliaba en el olvido. Debía morir.
Salio al pasillo el cual estaba apenas iluminado y comenzó a avanzar entre las sombras que se desprendían de las paredes de la hostería. No sabia donde ir ni que hacer, pero la suerte siempre se lo indicaba, eso o era que estaba demente.

Saturday, March 15, 2008

De camino al Sur

Capitulo 1


...¡dejate de joder!- fue todo cuanto dijo Harol.
-¿Por que me hablas asi?- desde el interior de Altenia provenía un aroma a temor, a miedo y a rabia, lo sabia por sus ojos. Aquella mirada hubiese sido suficiente para apagar los gritos de cualquier hombre, el no era ese hombre- Desde la semana pasada que estas enojado conmigo mi amor. ¿Que pasa? Dime por favor-más que una suplica era una orden, sus palabras siempre lo eran. A pesar de eso Harol mantuvo la compostura y la miro a los ojos.

-Ya no hay nada que pueda hacer contigo bebe, sabes que todo mi corazón esta contigo- un atisbo de duda afloro desde su interior- ya llevas dos meses consumiendo pastillas, tienes un aspecto terrible y sabes bien que te he cuidado y también que te quiero, -destello- pero no soporto verte asi, lo mejor es que me vaya.
Sabia que lo decía de verdad, pero no estaba seguro si las palabras que salían de su boca eran realmente lo que quería decir. Siempre le ocurría eso con las mujeres en los momentos de tensión. El no lograba controlar sus nervios, pero imaginaba que podia disimularlos muy bien a los ojos de Altenia.
De pronto el sonido de una cachetada y después todo eran luces. Tardo un momento en darse cuentna que las luces era producto del dolor que tenia en su mejilla, y que quien lo habia golpeado era Altenia que estaba roja de rabia resoplando con desdén.
no entendía a las mujeres, nunca lo había hecho, su amigo Anhyo lo hacia, el si que sabia entenderlas.

El pecho de Altenia se agitaba al compas de sus acelerados latidos, un amargo sabor sentía en su lengua, veía a Harol y era evidente que estaba ocultando algo, su frente estaba fruncida en ese gesto que ella conocía de memoria, ocultaba algo y no lo quería decir, al menos no se lo quería rebelar. Tres gotitas de sudor brotaron en la sien de su esposo y se deslizaron por la mejilla que no le había golpeado. Lo había hecho por irrespetuoso. Mira que venir a hablarle de remedios, cuando estaban discutiendo por otra cosa, no era forma de callarla, y el lo sabia, al menos ahora lo sabia. Hombres, siempre tomando la decisión equivocada y lanzando las palabras con el simple propósito de hacer enfadar a las mujeres.
Altenia era la hija menor de una familia de clase alta, políticamente bien situada en el país y con el respeto suficiente para hacer que ciertas decisiones en el gobierno se dirigieran hacia donde quería su padre, aunque era su madre la que lo "aconsejaba" a menudo y lo empujaba a tomar ciertos rumbos. Lo de las pastillas era verdad, desde que aborto, por causas naturales, al hijo de ambos cayo en una depresión profunda, no había vuelto a trabajar y ya nadie la llamaba para ofrecerle empleo, era actriz, una muy buena a juzgar por el éxito que había alcanzado con las tres películas al hilo que había filmado, una de ellas fue un éxito internacional. La habían lanzado a la fama, aun así se las ingenio para casarse con Harol, un escritor, un humilde escritor. Se había ganado el odio y el desprecio de su familia por aquello pero aun así lo había hecho, ella lo amaba y cuando una mujer ama no hay nada que la pueda detener, al menos eso era lo que siempre le había dicho su madre, y ella lo creía así.

-Nos vamos a ir de aquí, nos vamos hacia el sur. Nada de peros-la interrumpió- nos vamos ya no quiero estar más en este departamento y sabes bien que no podemos hacer nada encerrados día y noche aquí mientras tu te embriagas en esas pastillas, tienes ojeras que ni se te disimulan con los polvos de maquillar -Harol parpadeo, mirandola con el ojo que no se le había vuelto bobo por el dolor. Solto los brazos de su mujer, se los estaba apretando, apretando no seria la palabra mas adecuada, no se había dado cuenta de lo que había hecho por lo que dudo si seguir o soltarla de golpe. Finalmente acerco a su mujer contra su pecho y la estrecho en un abrazo. Sintió que ella soltaba un gruñido apagado, no le dijo nada, ahora creyo que suspiraba, al menos eso era, sentía el apaciguado respirar de Altenia contra su pecho. La estrecho en un firme abrazo.

Altenia cerro los ojos, no había nada que hacer, cuando su amado hablaba golpeado ella sentía una rabia sofocante por dentro, pero aun así lo amaba, sabia que el tenia razón, pero aun así estaba hirviendo de rabia cuando se recostó contra el pecho de el. en lugar de eso le hubiese arañado los ojos, mordido las orejas y pateado la cabeza, pero no era así como se comportaba una señorita. Solo lanzo un gruñido, tenia que hacerle creer que era el quien había ganado, eso calmaba a los hombres, no tenia ganas de pelear así que suspiro de cansancio, al menos el la abrazo, debía de creer que era la mejor forma de calmarla, no permitiría que se la consolara como a una cría por ningún motivo. Le gustaba sentirse protegida por él, solo por eso se quedo quieta junto a él. Solo por eso, nada de que el había ganado. Un hombre hacia lo que la mujer creía que era necesario y le permitía decir, y era necesario que ellos partieran al sur. Tal vez no era tan tonto como ella creía, su tontito amado tenia razón esta vez.