Lo dejaré todo: May 2008

Saturday, May 10, 2008

Despues de la fiesta

Capitulo 4



Terminada la Fiesta de los Peces celebrada en el pueblo de Schtolichnaya, Sean se encontraba cruzado de piernas mirando por la ventana a las personas caminar abrigadas hasta el cuello, algunas iban con más prisa otras, deambulaban en conversaciones con más placidez, Sean estaba seguro que al menos ellos los lentos debían de buscar algo más que una conversación para ir tan concentrados como si buscaran algo por la vida.

Debían de estar desesperadas por encontrarse unas a otras, y a pesar de que sus caminos se cruzaban no levantaban la cabeza para ver quien estaba al lado de ellos. Jodidos ciegos ensimismados con su vida, pensó.
Ya habían pasado dos días después de la gran celebración habida en el pueblo, pero los estragos y los restos de esa gran algarabía todavía seguían percibiéndose en los pueblerinos y aun estaban los otros tantos que seguían viviendo el tiempo de vino y licor posterior a una fiesta.

Sofia no era hermosa, pero algo tenia, bonita eso era. Sean cada vez que la miraa se preguntaba que era lo que los hombres encontraban de atractivo en ella, distaba mucho de ser una persona rompe corazones o que acelerara los latidos del corazon en alguien que se ve caminar por la calle. No se contorneaba pero tenia unas curvas muy pronunciadas, y un par de generosos senos. Si esos debían de ser los causantes de tanto desorden hormonal. A veces costaba mucho dejar de mirarlos.

Sean la vio venir con el rabillo del ojo, siempre supo que estaba ahí pero no levanto la vista hasta que ella no estuvo encima y le dirigió la palabra.

-Recostado aquí a estas horas, ¿como es que no estas tendido en tu cama?-, pregunto luego de lanzar una mirada picara que Sean percibió como la ironía exclusiva de una mujer que se las arreglaba para ser irónica sin aparentarlo.

-Tengo ganas de estar aquí nada más-

-Extraño en ti- dijo mientras levantaba las botas para sentarse a su lado. En la ventanilla del bar todo se podía ver hacia afuera, pero muy poco percibían los que de afuera intentaban ver hacia dentro.-El otro día casi me déjate sin aliento cuando te vi jugar con tantas lindas chicas-

-Pues no me habías visto tan bien antes eso es todo-, siempre soy así con mis amigos y cercanos.

-Entonces no me consideras tu amiga o al menos no lo hiciste antes, porque yo nunca te vi hacerlo así-. Una pregunta a la llaga, Sean estaba preparado, con una mujer de esta clase siempre lo estaba.

-Nunca tuve tiempo ni ganas de salir con ustedes-. No le dirigió la mirada en ningún momento no pensaba hacerlo, era una amiga pero de esas amigas enemigas que prefería tener cerca a encontrarlas totalmente en su contra.

-Te sorprenderás, pero ahora se a quien intentas conquistar-, lo dijo de nuevo con ese tono inocente donde la ironía le salia hasta por los poros.-Aunque no creas se mucho más de lo que piensas-.

-No pienso nada, a ver, de quien se trata esta vez, dime un nombre-.

-Fernanda.-

-Uhm, si tienes razón algo me paso con ella pero fue hace tiempo.- "Condenada, ¿como diablos se entero?, debieron ser los chismes que yo divulgue"-.

-Yo todo lo se.-

-Me lo imagino-, quiso agregar "porque no tienes ninguna vida", pero solo esbozo una sonrisa".-Pero estas muy atrasada eso fue hace varios días, de todas maneras no era ningún secreto.-

-Por lo que yo vi si-.

-¿Si? y ¿que viste?-.

-Te vi la hace un par de semamnas un día cuando le hacías regalos.-

El cerebro de Sean trabajo al máximo de velocidad, si fuese una maquina de engranajes estos se hubiesen fundido al instante.

-Pfff-, resoplo.-Regalos les hago a todas las mujeres-. Y era verdad lo hacia con todas a quien el quería mantener a su lado como amigas. Esto ultimo tampoco lo dijo.

-No se, yo te conozco todos los movimientos. A mi no me engañaras nunca-.

-Jajajá- rió de rabia e ironía.-Y para que voy a querer engañarte a ti.

-Porque todo lo intentas ocultar-.

-Claro, claro- Que rabia sentía por dentro, malditas mujeres pendientes de todo lo que hace uno, ni siquiera porque tuvieran algo que ver con ellas.-¿Y eso es todo lo que tenias que decirme?

-¿Hay algo más que deba saber?-.

-No, de todas formas ese rumor es bastante tonto, me contaste algo que paso antes de que sintiera atracción hacia la chica-.

-Yo todo lo se a mi no me engañas-.

-Bueno la otra semana haré algo ante ti para que inventes otra historia de esas que te gusta imaginar, no haz visto nada de lo que hago en todo caso, de ser así estarías fantaseando todos los días-.

-Jajajá, claro a ver me gustaría verte...-, cerro los ojos como si se concentrara. -...con Ana-.

-Jajajá, pero si me topo con ella todos los días en cualquier momento inventas algo-. De hecho a Ana también le había regalado chocolates y para que pensar en las veces en que habían salido a otras partes con ella.-Dame algo más difícil...- Así como iban las cosas solo tenia que dar un dulce a una mujer frente a otra mujer y ya le inventaban un rumor.

-No para que-.

-Tienes mucha imaginacion-.

-Yo se para que haces todo esto-.

Fue como un golpe que lo hizo casi dar un sobre salto en la silla, jodida mujer porque tenia que salir con sorpresas de la nada. Creyó no haber exteriorizado su asombro, rezo para que no hubiese sido asi. Solo la miro por el contorno y le sonrió.

-Lo haces para que yo le vaya con el cuento a Altenia-.

Altenia su antiguo amor. Rio para sus adentros, ¿que tenia que ver todo esto con Altenia? no habia hablado con la chica y mucho menos se le había pasado por la cabeza hace muchos años. Nada lo habia divertido tanto hoy como eso. Se encontro riendo en voz alta y con Sofia mirandolo enfurruñada.

-No hubieses soltado tanto si no quisieras que le fuera con cuentos-.

-Claro, asi fue-. Siguio riendo casi tan fuerte que no le extrañaria que en el bar todos lo estuviesen mirando si no era que todos hacían algo que parecia requerir de toda su atención.- Estas equivocada, vivi el duelo de ella hace tiempo, desde que me aleje no se me ha pasado por la cabeza.

-No me engañaras-.

Jodida mujer ¿que quería que le contestara?, no pararía hasta escuchar lo que quería escuchar.

-Jajajá- fue todo cuanto Sean dijo.

Sofia lo miro con una sonrisa de victoria le dio la espalda y se marcho.

Monday, May 05, 2008

Contra mi tu



Cuando cierras las cortinas lo normal es que no veas nada, cuando cierras una etapa de tu vida lo más común es que todo lo que hiciste para borrar, quedara en nada -con lo difícil que es-, y creas una presión que aumenta el flujo de ideas culpables y pensamientos que cuestionan tu decisión.
Lo más común es que cuando caminas por la calle con la vista gacha para no ver a nadie levantas los ojos para ver lo que hace un momento evitabas ver, a nadie.

Cuando tome tu mano y te dije que te llevaría a donde yo quisiera, era verdad, maneje los hilos de tu vida los ate y manipule y los enrede tanto que no pude escapar de ellos, tanto como cuando el placer arduo de tocarte cada mañana se vuelve una lucha entre el dolor, pues el placer que se quiere disfrutar eternamente es el placer que a la larga, más doloroso termina siendo. Gracias a ti descubrí que la verdad y la felicidad radican en el poco tiempo. Felicidad que a medias puede ser entendida como tristeza, porque después de todo ¿quién es feliz cuando alcanza el máximo placer? ¿Acaso no sientes que se te escapa aquello que querías dominar que se va y te deja vacio?, ¿que huye de ti cuando estabas saboreando la exquisitez de su regocijo?

Si, es esa la felicidad que nunca pude dominar.






Cuando cerraste la cortina vi que todo lo que había pensado se desvanecía, todo lo que admiraba en ti se esfumo, cada recuerdo que tenía hacia ti fue lanzado a la basura. Todo porque cerraste la cortina, gesto que demuestra que en el fondo eres un monstruo que no razona sus pensamientos. Que cedes a la presión fácil de olvidar.

Lo común en ti es que mires el suelo para no verme, que esquives la mirada entre las huellas que dejo el tiempo y que solo levantes tus ojos para confirmar que no estoy ahí.
Cuando te daba mi mano era para que me llevaras porque me entregaba a ti, no era para que me obligaras a avanzar y a caminar a mi antojo, para que me dejaras dominarte con mis palabras y actitudes. El placer sabes, es lo que pienso que hay entre dos, es algo que no se va y que permanece, la felicidad es lo que queda y tú siempre te ibas. Me dejabas, y en tu cara solo se veía un aire de amarga frustración, como si no estuviera a tu lado. ¿Acaso no valoras que cuando liberas todo el placer exista una persona a tu lado? La felicidad es todo lo que tienes en tus manos pero que liberas para dejar escapar, como lo hiciste conmigo. Porque para ti el placer es… todo lo contrario a mi felicidad.

Thursday, May 01, 2008

Un monstruo

Capitulo 3


Caminaba sin rumbo con alcohol en el cuerpo y con los pensamientos nublados, con la envidia y la soledad carcomiendo su alma, aun así caminaba con una sonrisa en su rostro, podría decirse que era una sonrisa ironica, aunque era un amargo matiz entre aquello y la desesperanza.
Comenzó a recordar...
Entró en la antesala dando traspiés, al principio creyó que estaba dormido y tenía el sueño del que siempre despertaba bruscamente, abrumado por la vergüenza, la culpabilidad y el desprecio hacia sí mismo. Pero Dise alzó la vista desde una de las altas y doradas sillas, donde estaba sentada con un libro encuadernado en piel sobre las rodillas, y él no se despertó. Los oscuros tirabuzones enmarcaban su rostro, y sus ojos oscuros lo observaban tan intensamente que casi sentía su roce. Las polainas de seda verde brocada se le ajustaban como una segunda piel, y la chaqueta a juego, desabrochada, dejaba a la vista una blusa de color crema que subía y bajaba al ritmo de su respiración. Sean rezó para despertarse. No había sido el miedo ni la rabia ni la culpabilidad por su presente, lo que lo había empujado a encerrarse en sus aposentos.
Apartó los ojos de ella con esfuerzo y los posó en la bandeja cubierta con un paño que había junto a las altas puertas. La mera idea de la comida le revolvió el estómago. ¡Se suponía que no debían dejar entrar a nadie, así se jodieran los putos guardias! Y menos que a nadie a Dise. ¡Él no había mencionado el nombre de la joven, pero había dicho «nadie»!

—Habra una fiesta dentro de unos días — anuncio alegremente— Estoy tan emocionada por volver a salir y despejar la mente después de tanto tiempo. Ya casi se vuelve a respirar la tranquilidad por estos lados.— su mirada lo carcomía y sus ojos ansiaban esquivarla pero algo retenía la mirada en su belleza — Puso una tira de cuero para señalar la página y dejó cuidadosamente el libro en el suelo. Hasta se agacho un poco más de lo que era necesario para dejar a la vista sus generosos senos. —<NADIE>— pensó Sean— Es la excusa perfecta para hacerme un vestido, si consigo que la costurera se ponga a trabajar hoy. Es decir, si es que piensas bailar conmigo.
Sean se encogió. Imágenes de sí mismo pasaron como fogonazos por su mente: desgarrándole las ropas, forzándola como una bestia salvaje. Estaba en deuda con ella más de lo que imaginaba, tanto que jamás podría resarcirla. Se pasó los dedos por el pelo y se obligó a girar sobre sus talones para mirarla cara a cara. Ella había subido los pies a la silla y estaba sentada cruzada de piernas, con las manos apoyadas en las rodillas. ¿Cómo podía mirarlo tan tranquila?
Dise, no hay disculpa para lo que hice. Si hubiese justicia, iría a la horca. Si pudiera, yo mismo me pondría la cuerda al cuello. Juro que lo haría. —Las palabras le sabían amargas. Era un condenado, y Dise tendría que esperar a que se le hiciera justicia hasta la Última Batalla. Qué necio había sido al desear amar a una mujer toda su vida. No lo merecía.
—¿De qué hablas? —inquirió lentamente ella.
—Hablo de lo que te hice —gimió. ¿Cómo pudo comportarse así con nadie, pero principalmente con ella?—. Dise, sé que tiene que ser duro para ti estar en la misma habitación conmigo. —¿Cómo podía recordar aún la morbidez de su cuerpo, la sedosa suavidad de su piel? Después de que le hubiese quitado la ropa desgarrándola—. Jamás pensé que fuera un animal, un monstruo. —Pero lo era. Se despreciaba a sí mismo por lo que había hecho. Y se despreciaba aún más porque deseaba hacerlo otra vez—. La única excusa que tengo es la locura. Mi padre estaba en lo cierto. Oía voces. La voz de su conciencia, creía. ¿Podrás...? No. No tengo derecho a pedirte que me perdones. Pero debes saber cuánto lo siento, Dise. —Lo sentía. Y sus manos ansiaban deslizarse por su espalda desnuda, por sus caderas. Era un monstruo—. Lo lamento enormemente. Al menos, quiero que lo sepas.
Ella permanecía sentada allí, inmóvil, mirándolo como si nunca hubiese visto algo igual. Ahora dejaría de disimular. Ahora diría lo que pensaba realmente, de él y, por tremendo que fuera, no llegaría a la mitad de la verdad.
—Así que es por eso por lo que me has mantenido alejada —dijo finalmente la joven—. Escúchame, estúpido idiota. Estaba a punto de ponerme a gritar y a llorar a moco tendido porque había presenciado demasiadas muertes, y tú también estabas a punto de hacer lo mismo por idéntica razón. Lo que hicimos, mi inocente cordero, fue consolarnos el uno al otro. A veces los amigos se confortan así. Y cierra la boca, pedazo de inútil, conchito de dehesa.
Sean la cerró, pero sólo para tragar saliva. Creyó que los ojos se le iban a salir de las cuencas.