Lo dejaré todo

Saturday, October 25, 2008

Una llamada en la puerta

Capitulo 9

—¿Y bien? —demandó Hetamal—. ¿Qué dices a eso?

Ancho, sólido y fuerte, justo la clase de hombre que siempre le había gustado, Hetamal Radoc se había parado junto a la cama, en mangas de camisa, el rostro ceñudo y con los puños en las caderas, en absoluto la postura que un empleado debería adoptar ante su señora. Con un suspiro, Ninda dejó caer las manos sobre el estómago. Hetamal no aprendería nunca cómo se suponía que debía comportarse un mozo. Se lo tomaba todo a broma, o como un juego, como si nada de aquello fuese real. A veces decía incluso que deseaba ser su conyugue, por muchas veces que ella le explicara que no pertenecía a la generación de familias que merece su mano. En una ocasión había hecho que lo azotaran, y después se había negado a dormir en la misma cama con ella por meses, hasta que le pidió disculpas. ¡Disculpas! ¡Ella!
Los hombres son una cosa tan tozca y primitiva que a veces una solo tiene que rendirse a la dureza de su esculpido. No se puede dialogar ni mucho menos razonar con una piedra, pensó.
Hizo un rápido repaso mental de los rezongos que había escuchado a medias. Sí; todavía los mismos argumentos después de todo ese tiempo. Nada nuevo. Bajó las piernas por el borde de la cama, se sentó y fue recalcando cada respuesta enumerándolas con los dedos. Lo había hecho tan a menudo que habría podido recitarlas de memoria.

—Si hubieses intentado raptarme, tarde o temprano mi esposo te encontrara y de seguro terminaras atado a un mástil condenado a navegar hasta que mueras de inanición o en el hacha de un verdugo. Ya intentaste hacer una estupidez una vez y ese tal Sean te atrapo y vendió como esclavo, ese es un hombre peligroso y creo que mi esposo hace negocios con él o quizás intente asesinarnos, no lo se, siempre siento lo mismo cuando lo veo. Esa vez que nos vio en la cama no, no fue un encuentro casual, Hetamal, y lo sabes; cuando íbamos en un barco nos persiguio porque su primera orden era la de matar el capitán, la mala suerte era que nosotros habíamos alquilado un camarote para pasear aprovechando la ausencia de Harol. Salvo porque use el cabello teñido con mis tinturas vegetales y no use mi verdadero nombre disipé sus sospechas. De haber hecho otra cosa, ¡cualquier otra cosa!, habríamos acabado todos encadenados en la bodega y vendidos tan pronto como hubiésemos atracado en Pissten. Dudo que hubiésemos sido lo bastante afortunados para afrontar el hacha del verdugo en cambio. —Alzó el pulgar—. Y, por último, si hubieses conservado la calma como te dije, tampoco habrías ido a la plataforma de subastas. ¡Me costaste un montón de dinero!
Al parecer, otras cuantas mujeres en Pissten tenían el mismo gusto respecto a los hombres. Habían subido la puja desmesuradamente. Tozudo como era, el hombre se puso ceñudo mientras se rascaba la barba corta con gesto irritado.
—Sigo opinando que podríamos haberlo tirado todo por la borda —murmuró—. Ese vengador no tenía prueba alguna de que nosotros estuviéramos en el barco.
—Los asesinos no necesitan pruebas —repuso ella, imitando su acento en son de burla—. Los asesinos buscan y las encuentran, y el modo de encontrarlas es doloroso. —Si se veía limitado a sacar a relucir lo que incluso él había admitido hacía mucho tiempo, quizás estaba cerca finalmente de poner fin a todo el asunto—. En cualquier caso, Hetamal, ya has admitido que no hay nada malo en que Altenia tenga poder y controle los pensamientos y confabule el gobierno de Harol. Nadie puede oponerseles a menos que se acerque a él en riquezas, y no he oído nada que sugiera que alguien lo haya hecho o vaya a hacerlo. —Se contuvo de añadir que tampoco importaba gran cosa si alguna persona lo hacía. Lo hecho, hecho está, Hetamal. Si Dios quiere, viviremos mucho al servicio del imperio. Bien, dices que conoces esta ciudad. ¿Qué puede verse o hacerse aquí que sea interesante?
—Siempre hay festivales de alguna clase —contestó lentamente, a regañadientes. Nunca le gustaba dar por perdida una discusión, por fútil que fuese—. Algunos podrían ser de tu agrado, y otros no, creo. Eres muy... quisquillosa.
¿Qué querría decir con eso? De repente el hombre sonrió, antes de continuar.
—Podríamos encontrar a una Mujer vinculadora. Aquí ratifican los votos de matrimonio. —Se pasó los dedos por el cabello al tiempo que giraba los ojos hacia arriba, como si intentara vérselo—. Claro que, si recuerdo bien la charla que me diste sobre los «derechos y privilegios» de mi posición, los esclavos sólo pueden casarse con otros esclavos, así que tendrás que liberarme antes. Así la Fortuna me clave su aguijón, todavía no posees ni un palmo de esas propiedades que te prometieron. Yo podría reanudar la anterior actividad comercial y darte una propiedad a no tardar.
Se quedó boquiabierta. Esto no era algo viejo, sino muy, muy nuevo. Ninda se había preciado siempre de ser equilibrada. —No es así de sencillo —contestó al tiempo que se incorporaba, obligándolo a retroceder un paso. ¡Por la Luz bendita, detestaba oír entrecortada su voz!—. La libertad requiere que te provea de medios para vivir como un hombre libre, asegurarme de que puedes mantenerte a ti mismo. —¡Dios! Soltar a borbotones las palabras era tan malo como tener entrecortada la voz. Se imaginó a sí misma en la tranquilidad de un baño de espumas, hecho que la ayudó un poco—. En tu caso, eso significa comprar un barco, supongo —añadió, al menos en un tono que sonaba sereno—, y, como me has recordado, todavía no tengo todo lo que quiero. Además, no podría dejarte volver al contrabando, y lo sabes. —Aquello era la pura verdad, y el resto no del todo una mentira. Sus años en el mar habían sido provechosos y, aunque el oro del que podía disponer fuera mera rebusca de la cosecha a los ojos de alguien razonable, sí podía comprar un barco, siempre y cuando él no quisiera un barco de largas travesías; pero de hecho en ningún momento había negado que estuviera a su alcance adquirir uno.
Él le extendió los brazos, otra cosa que supuestamente no debía hacer, y al cabo de un momento Ninda apoyaba la mejilla en el fuerte hombro y dejaba que la abrazara.
—Todo saldrá bien, nena —murmuró Hetamal con ternura—. Saldrá bien, de algún modo.
—No debes llamarme «nena», Hetamal—lo reprendió, mirando fijamente detrás de su hombro, hacia la chimenea, que parecía no conseguir enfocar. Antes de abandonar a Harol había decidido casarse con él, una de esas fulgurantes decisiones que habían creado su reputación. Sería un contrabandista, pero ella habría podido cortar eso, y también era tenaz, firme, inteligente y fuerte, un marino. Esto último siempre había sido una necesidad para ella; sólo que no conocía sus costumbres. En algunos sitios del imperio eran los hombres quienes hacían la petición, y de hecho se ofendían si una mujer lo sugería incluso. Tampoco sabía nada de engatusar a un varón. Sus contados amantes habían sido hombres de igual rango, a los que podía acercarse abiertamente y despedirse de ellos cuando el uno o el otro recibía órdenes de trasladarse a otro barco o era ascendido. Y ahora él era un esclavo. No había nada de raro en acostarse con el propio esclavo, claro, siempre y cuando no se hiciera alarde de ello. Hetamal se prepararía un jergón a los pies de la cama, como de costumbre, aun cuando nunca durmiera en él. Pero liberar a un esclavo, privándolo de los derechos y privilegios de los que él se burlaba, era un acto cruel al máximo. No, de nuevo mentía al eludir toda la verdad, y lo que era peor es que se mentía a sí misma. Deseaba sin reservas casarse con Hetamal Radoc, pero se sentía tremendamente insegura de ser capaz de unirse a una propiedad manumitida.
—Será como mi señora diga —contestó él en una risueña pantomima de formalidad.
Ninda le lanzó un puñetazo más abajo de las costillas. No muy fuerte. Justo lo suficiente para hacerle soltar un quedo gruñido. ¡Tenía que aprender! Ya no quería visitar los lugares de interés de esta ciudad; sólo deseaba seguir donde estaba, rodeada por los brazos de Hetamal, sin tener que tomar decisiones, permanecer para siempre así.
De pronto sonaron tres golpes secos en la puerta.

Saturday, September 13, 2008

Una copa de vino

Capitulo 8

-¿Quién conoce el corazón de una mujer?- pregunto Sean al mirar a Alejandra dada vuelta de espaldas, después de una noche apasionada y reconfortante para ambos todo se arruino por un simple comentario y que mas encima era una broma. De seguro ahora apenas llegue a casa lo primero que hará sera contar todo lo ocurrido aquella noche a sus amigas, con lujo de detalles, las mujeres son expertas en contar todo con lujo de detalles. Algo ofuscado se respondió a si mismo. - Nadie si ni ellas se soportan- lo siguiente que vio fue el codo de la mujer hincándose en sus costillas, tan fuerte fue que el aire se salio de sus pulmones y por poco logro contener un grito de dolor, rezo para que solo fuese un golpe y no hubiese algo roto por dentro.

Y todo porque el había reconocido que había estado mirando a la camarera que serve las copas de vino en la taberna, ¡si solo había dicho que la miro!, la única reacción de la chica fue morderle el labio y girarse en la cama. ¡Ni que hubiese dicho una jodida mentira!, se enojan cuando uno es sincero y también cuando uno no lo es. Si, lo despellejaría en chismes con sus amigas.

Diablos, las mujeres se creerían cualquier cosa de un hombre siempre que fuese algo malo. Y cuanto peor fuera, más hablaban de ello. Había creído que su hermana y madre eran las únicas por las que tenía que preocuparse. Seguramente Sofia era otra. Pero ahora, nada más volver al campamento y, a estas alturas, Alejandra lo maldeciria de la cabeza a los pies. Breane se lo contaria a sus amigas y quizas a todas las mujeres del campamento. Había muchas, y, siendo como eran las mujeres, a buen seguro no tardarian en compartirlo también con los hombres y agregar frutillas y guindas al a esas alturas mentira absoluta. Esa clase de cosas no era bien vista en su pueblo. Una vez que se tenía fama de esto o aquello, quitársela de encima no era fácil.

De repente, vio desde una nueva perspectiva a los hombres que son las pobres victimas al vivir con una mujer. No, bueno no en realidad, quizas se estaba sobrepasando y exagerando sus ideas.

Debía calmarse y no encontró mejor forma de controlar sus pensamientos que girarse y apoyar su pecho contra la espalda de Alejandra, el calor de la piel y el aroma de sus cabellos le dieron la grata sensación de ahogarse en el placer. La chica no se quedo como si nada y empezó a mover su mano hacia el, bueno hacia un poco mas abajo, Sean se dejo llevar por la excitación y se apego aun mas a ella, hasta que su mano no comenzó a acariciar sus partes más bien las esta estrangulando. ¡Si, torturando!

-¡Jodida mujer!- grito Sean, acto seguido se aparto y comenzó a revolcarse mientras se frotaba sus partes maldiciendo y gesticulando insultos y otras cosas que apenas si lograba a articular bien. Las palabras se atropellaban en su lengua y apenas si lograba soltar una bien modulada, estaba a punto de girarse para vengarse de la misma manera en que fue humillado cuando noto que Alejandra estaba empapada en lagrimas pero riendo. ¡Se estaba burlando de él! ¡De él!.

- Ahora si, amor, estamos a mano, pagaste el precio que debías pagar por cometer acto de vulgaridad y ser un profano con la mirada.- dijo con un rostro rebosante de alegria con esas mejillas ruborizadas con tanto reír.

Sean quedo estupefacto, con la cara inclinada tratando de comprender.

-¿Para que pones cara de perro, que quieres que te explique? ¿eh?-, dijo mientras se agarraba la panza para contener la risa.

Definitivamente no se las puede entender, pensó Sean.

Thursday, June 12, 2008

Sucesos que siguen

Capitulo 7


Sean abrió los ojos y vio el techo empapado por la lluvia caída, o al menos eso creía,anoche tenia tanto sueño después de haber intimado con la mujer que tenia al lado que ni siquiera se percato si llovía o nevaba, eso le pudo haber costado la vida de haberse encontrado a campo abierto. Pero esta vez solo estaban en medio del bosque.
Busco a tientas sus pantalones mientras se ponía la camisa, luego fue por los calcetines. Pateo el suelo para calzarse las botas, mientras miraba a su acompañante vuelta de espaldas y arrebujada en las sabanas, tenia un respirar tan tranquilo y melódico, sintió una leve tentación de meterse nuevamente bajo las mantas para abrazarla y estrechar su desnudes contra la de él, pero la aparto rápidamente de su cabeza. Tenia que hacer lo que tenia que hacer y no había vuelta atrás.
Salio de la tienda al tiempo que en su cabeza se repasaban una y otra vez las palabras del hombre que lo había contratado para esta ocasión:
-"Quiero que pague por todo el daño que me hizo, que su dolor sea tan tormentozo como el sufrimiento que me hizo sentir a mi y a mi mujer",- le habia dicho el hombre mientras depositaba una bolsa cargada de monedas de oro y plata. Quince eran de plata y unas cinco de oro, más de lo que el cobraba por llevar a cabo su trabajo, pero el hombre estaba cargado de odio y el no podia hacer nada contra eso, cuando un hombre odia a una mujer, no descansa hasta verla sufrir o saber que al menos lo hizo.- "Si no cumples con tu trabajo ya sabes lo que te pasara, todo el mundo susurra tu nombre y son miles los hombres que se ofrecerían casi voluntariamente a traerme tu cabeza en un saco".


Y no exageraba, lamentablemente.
Sean busco su bolso, era dificil pues los primeros rayos aun no llegaban a iluminar su tienda y la de la chica, el cielo estaba nublado y se veían pasar nubes cargadas de oscuridad que amenazaban descargar un aguacero como el que había caído anoche. El paisaje estaba todo empapado, si se puede decir que los arboles estaban llenos de agua y la tierra ya estaba echa una gruesa capa de barro. A lo lejos se oyo una garza gritar, fue un grito apagado que no se repitio nunca más, no se oia ningun pajaro cantar y tampoco habían animales visibles, todo el bosque estaba... apagado como si lo hubiesen detenido y nada se moviera, Sean se sintió como el único ser vivo en el mundo que debía hacer una barbaridad.
Finalmente encontro lo que buscaba lo tomo y evito mirarlo, apenas una ojeada para ver la pposiscion y lo etio bajo el pantalon. Se dirigio nuevamente dentro de la tienda y bajo la capucha de la entrada.

La chica estaba despierta, con los brazos apoyados tras de su cabeza, la sabana dejaba al descubierto uno de sus generosos senos, evitar mirarlo y sonrojarse le tomo un gran esfuerzo, sus azules ojos lo miraban como si le leyese el pensamiento. ¿Lo sabia?. Su bronceada piel estaba tan bella esa mañana. ¡Dios si que era hermosa!. Su castaño cabello era la perfecta combinación para esos labios carnosos.
Ella no se movio cuando Sean avanzo asia ella y le tomo la barbilla, para besarla, esos labios eran maravillosos, y sus ojos, eran tan intensos que su mirada parecia desnudarlo cada vez que se percataba en ellos. La beso apasionadamente y recorrio su espalda, la abrazo y suspiro mientras sumergía su rostro en esos cabellos que estabn perfectamente aromatizados con jabones y especias.
La tomo por los hombros y la obligo delicadamente a sentarse para que sus rostros quedaran a la misma altura, ella eerguida y desnuda y el frio como una roca.
Recorrio sus facciones y le despejo la cara de unos cabellos rebeldes que le cubrian un oj. ¡Esa mirada!
Sean no despego en un solo momento sus ojos de los de ella cuando nuevamente acercaba su boca a la de ella y su mano a su pantalon, la mujer apenas pestaño cuando la hoja del cuchillo se undio gracilmente por su gargantaba, ironicamente su cuerpo hasta era suave en eso. Ella continuo mirandolo, pero ya no era la vista de antes, eran los ojos de un cadaver, bajo sus parpados y la cubrio con delicadeza, casi la misma que utilizo con ella anoche, solo que esta vez ya no habia un tierna sonrisa que respondiera agradeciendo sus caricias.
La envolvió entre las sabanas y fue a enterrarla en el agujero que tenia preparado desde hace una semana.

Sean despertó y miro el cielo de la tienda, su respiración estaba agitada, y sus mejillas estaban húmedas, miro hacia el lado y ahí estaba Alejandra, mirándolo fijamente, sus oscuros ojos cafés le ofrecían un dulce consuelo.
-Estabas llorando, no quise despertarte porque me dio miedo a causarte más dolor del que te perseguía en esa pesadilla.-

Si, era una pesadilla, era la misma que tenia cada noche, la misma que lo perseguía fuera donde fuera. Había matado a una mujer en su vida y nunca se lo perdonaría, eso lo cambio para siempre y en parte respondía el porque el se odiaba tanto.
Nunca olvidaría ese nombre, nunca jamas. No pensaba irse de este mundo hasta no pagar la culpa de ese asesinato con su propio sufrimiento.
Alejandra se recostó contra su pecho y no dijo nada, eso era el mejor consuelo que podía recibir.

Wednesday, June 11, 2008

Se avecina la tormeta

Capitulo 6


Avanzaron a buen paso, pero al paso de una mujer se entiende, dejaron la ciudad y comenzaron a ver cada vez menos casas y granjas. El camino de cemento fue reemplazado por uno de tierra y por este siguieron hasta que los cerros que se veían lejanos comenzaron a hacerse más grandes. Sean la oía quejarse del sol que le quemaba la nuca y que el camino le estaba empezando a hacer salir ampollas.
¿Seguro que no quieres ir por los caballos?- le había pregunto y ante cualquier respuesta recibió una dura mirada como si la hubiese insultado.
se dirigían al lago, a uno que estaba entre los cerros, era una laguna a decir verdad, pero era muy poco visitada por las personas, pues quedaba a una distancia considerable de la ultima granja poblada.
Poco a poco la maleza y los arboles fueron haciendo se mas espesos, excepto en la zona donde estaban marcadas las ruedas de las carretas y vehículos que transitaban por ahí, se habían encargado de que a través de los años la vegetación no se atreviera a crecer ahí donde seguro las ruedas y pies de caballos las aplastarían al primer brote.
A Sean le gustaba ir ahí, pues el verde era fresco y los arboles que no habían sido talados eran altos y ofrecían una agradable sombra ante el arreciante calor que irradiaba el astro que hacia rato había pasado su cenit. A Alejandra a pesar de todo lo que dijera también le gustaba ir ahí, no solo porque aprovechaban la oportunidad de que estaban solos, sino porque podían hablar sin miedo a que algún oído indiscreto oyera sus conversaciones.
Cuando finalmente llegaron al borde de lago, el solo estaba casi topando el horizonte. Sean descargo los bultos que llevaba sobre la espalda, casi todos eran de Alejandra, en realidad todos eran de ella, pues él creía que no era necesario llevar mas de lo puesto para sobrevivir a las frescas noches que ofrecía aquel paraje. Buscaron un buen sitio, bajo dos troncos gruesos que ofrecían protección contra el viento que llegaba de la orilla, sus ramas era tupidas y crecían en forma de una herradura, todas sus ramas caían hacia abajo y cada una tenían miles de hojas que brotaban de una delgada extremidad. Sabia que esos arboles se catalogaban con un nombre pero no lo recordaba en realidad nunca los recordaba los arboles eran arboles y con eso bastaba.

Alejandra tendió las mantas y extrajo los bultos que preparo para el viaje mientras Sean montaba, a regañadientes la única tienda que habían llevado. Una vez terminado encendieron una fogata y se sentaron a la lumbre a comer un pan con gruesas laminas de queso y una taza de café hirviendo.
Sean dio el primer sorbo y dio un sobre salto al tiempo que exclamaba una maldición. Demonios porque a las jodidas mujeres les gustaba el café a punto de ebullir.
-Ten cuidado no te vayas a quemar- fue todo cuanto ella dijo. Parecía que había un esbozo de sonrisa tras la tasa que le cubría la mitad del rostro, pero Sean no estaba seguro. Probablemente así era,- ahora cuéntame con más detalle que es lo que crees que se traen entre manos el robusto Harol en los temas de política.
-No lo se, cada vez que lo he estado siguiendo visita una estancia nueva con sus mejores trajes y sale rebozando una gran sonrisa al tiempo que los dirigentes lo adulaban en su camino al carruaje,-Dejo la taza a un lado.- eso es todo cuanto se y todo cuanto me importa saber, debo esperar el momento oportuno y hacer lo que se me pidio que hiciera.

-Esta bien pero no es necesario que pongas rabia en tus palabras, solo quería saber un poco más de ti-, dijo al tiempo que posaba su brazo sobre los de el y se acercaba a su cuerpo. La sentía cerca, muy cerca- Ayer me vino a visitar a mi sabes, me hablo del proyecto que tiene para el país... dejo de oírla, ¿para que fue Harol a ver a Alejandra? ¿Por que ella le contaba esto? no era para despertarle celos a él nada lo ponía celoso, aparte ellos solo eran amigos, bueno amigos que se "consolaban" constantemente, asi era como Alejandra había llamado a sus encuentros íntimos que tenian, ya por costumbre, tener cada vez que se juntaban, pero era su amiga y la queria, como amiga... - entonces yo le devolví la sonrisa y me pellizco el trasero prometiéndome que volvería la primera semana del mes entrante. No se bien para que me lo habra dicho pero...-, Sean la hizo callar poniendo sus labios en los de ella. No queria oir más, no, no eran celos los que sentia, no podian ser celos, tengo que concentrarme demonios, concentración era lo que necesitaba si quería matar pronto a Harol. Concentración. Olvido todo cuando ella comenzó a desabotonarle la camisa con esas manos tan finas y bien cuidadas que daría gusto tomarlas entre sus manos y besarlas cada mañana. Concentración. Que se proponía para el país, ese asesino de personas inocentes, ese maldito bastardo que le había usurpado a Altenia, ¡NO!, ella lo había traicionado. Concentración...

-¿Que ocurre?-
-Creo que me he enamorado de ti?-

Monday, June 02, 2008

Descolgando lo tendido

Capitulo 5


Abandono la taberna y comenzó a caminar por la calzada, hoy visitaría la biblioteca, pero antes debía pasar a recoger a Alejandra. Era una mujer de fuerte carácter, pero no tanto como el que traslucía hacia el exterior, quien la viera por primera vez se llevaría la impresión de estar frente a una roca sin una sola grita para ser atravesada. Si, así era ella, una solida muralla contra pedantes, de esa forma se ahorraba la tontera de tener que escuchar a cualquier idiota que intentara buscarle conversación. Una jodida buena técnica aquella, ya quisiera Sean poder tener su facilidad de rechazar a alguien para que no le diera la lata.

Alejandra estaba tendiendo la ropa cuando por el rabillo del ojo diviso a un hombre vestido de pardo, que pareciese llevar la misma ropa hace una semana, bañado en polvo y quizás sudor, con el tiempo que corría en aquella época, el sol cocinaba a cualquiera que deambulara sin importar de quien se tratase. Pero eso no era lo que la asombraba, daba la impresión que estuviese enrabiado, caminaba erguido y sin realizar más movimiento que el necesario, inspeccionando todo a su alrededor y aun así con la mirada perdida. Sean la saludo con la mano y hablo y entonces toda esa impresion se fue al traste.

-Hola ricura, he venido a buscar ese trasero para salir a moldearlo por el camino-, si, se fue todo al traste- Apuesto que no haz cogido con nadie desde que no abandonaste a ese tarado.

-No te pongas tonto- le dijo- ¿Acaso no fuiste tu ese tarado?

Sean la observo detenidamente, nunca se ofendía con sus bromas subidas de tono y total y absolutamente desubicadas. La quería mucho, lo suyo no pudo funcionar, bueno ni que tenia que pudiera funcionar, si apenas anduvieron una semana y lo que menos hicieron fue pasar tiempo despegados el uno del otro fuera de la cama. La queria demasiado, se moriría si algo le pasara a ella. Aunque siempre terminaba ofuscado porque Alejandra como todas las mujeres de la nada se enojaba sola cuando ella se equivocaba, a veces solo la miraba y ella le devolvia un insulto con esos dorados iris.
Y bueno por lo general, cuando una mujer estaba en un error era capaz de encontrar montones de cosas de las que culpar al hombre que tuviese más cerca, el cual acabaría pensando que realmente había hecho algo malo. Y ese era el caso de Sean, siempre terminaba culpándose por algo que le decían las mujeres. ¿Algún hombre consigue llegar a entender a las mujeres?, dio un sobre salto cuando se dio cuenta que había pronunciado la pregunta en voz alta.

-No lo creo- dijo ella ajustándose el escote que se le había corrido con el trajín del tender ropa-.

-No me refiero a ti, sino a cualquier mujer, son todas unas jodidas de la cabeza-, estalló en carcajadas, y, cuando la mujer le asestó una mirada significativa, sus risas arreciaron. Lo que le dirigió a Sean habría despertado la envidia de cualquier hombre por su perfecta serenidad. Se acerco y poso sus senos sobre el torso del hombre para posar su boca muy cerca de sus oídos. Y que bien que se sentia.

-Los necios tienen lo que su estupidez les acarrea.-
Agarro del brazo a Sean y emprendieron la marcha.


Saturday, May 10, 2008

Despues de la fiesta

Capitulo 4



Terminada la Fiesta de los Peces celebrada en el pueblo de Schtolichnaya, Sean se encontraba cruzado de piernas mirando por la ventana a las personas caminar abrigadas hasta el cuello, algunas iban con más prisa otras, deambulaban en conversaciones con más placidez, Sean estaba seguro que al menos ellos los lentos debían de buscar algo más que una conversación para ir tan concentrados como si buscaran algo por la vida.

Debían de estar desesperadas por encontrarse unas a otras, y a pesar de que sus caminos se cruzaban no levantaban la cabeza para ver quien estaba al lado de ellos. Jodidos ciegos ensimismados con su vida, pensó.
Ya habían pasado dos días después de la gran celebración habida en el pueblo, pero los estragos y los restos de esa gran algarabía todavía seguían percibiéndose en los pueblerinos y aun estaban los otros tantos que seguían viviendo el tiempo de vino y licor posterior a una fiesta.

Sofia no era hermosa, pero algo tenia, bonita eso era. Sean cada vez que la miraa se preguntaba que era lo que los hombres encontraban de atractivo en ella, distaba mucho de ser una persona rompe corazones o que acelerara los latidos del corazon en alguien que se ve caminar por la calle. No se contorneaba pero tenia unas curvas muy pronunciadas, y un par de generosos senos. Si esos debían de ser los causantes de tanto desorden hormonal. A veces costaba mucho dejar de mirarlos.

Sean la vio venir con el rabillo del ojo, siempre supo que estaba ahí pero no levanto la vista hasta que ella no estuvo encima y le dirigió la palabra.

-Recostado aquí a estas horas, ¿como es que no estas tendido en tu cama?-, pregunto luego de lanzar una mirada picara que Sean percibió como la ironía exclusiva de una mujer que se las arreglaba para ser irónica sin aparentarlo.

-Tengo ganas de estar aquí nada más-

-Extraño en ti- dijo mientras levantaba las botas para sentarse a su lado. En la ventanilla del bar todo se podía ver hacia afuera, pero muy poco percibían los que de afuera intentaban ver hacia dentro.-El otro día casi me déjate sin aliento cuando te vi jugar con tantas lindas chicas-

-Pues no me habías visto tan bien antes eso es todo-, siempre soy así con mis amigos y cercanos.

-Entonces no me consideras tu amiga o al menos no lo hiciste antes, porque yo nunca te vi hacerlo así-. Una pregunta a la llaga, Sean estaba preparado, con una mujer de esta clase siempre lo estaba.

-Nunca tuve tiempo ni ganas de salir con ustedes-. No le dirigió la mirada en ningún momento no pensaba hacerlo, era una amiga pero de esas amigas enemigas que prefería tener cerca a encontrarlas totalmente en su contra.

-Te sorprenderás, pero ahora se a quien intentas conquistar-, lo dijo de nuevo con ese tono inocente donde la ironía le salia hasta por los poros.-Aunque no creas se mucho más de lo que piensas-.

-No pienso nada, a ver, de quien se trata esta vez, dime un nombre-.

-Fernanda.-

-Uhm, si tienes razón algo me paso con ella pero fue hace tiempo.- "Condenada, ¿como diablos se entero?, debieron ser los chismes que yo divulgue"-.

-Yo todo lo se.-

-Me lo imagino-, quiso agregar "porque no tienes ninguna vida", pero solo esbozo una sonrisa".-Pero estas muy atrasada eso fue hace varios días, de todas maneras no era ningún secreto.-

-Por lo que yo vi si-.

-¿Si? y ¿que viste?-.

-Te vi la hace un par de semamnas un día cuando le hacías regalos.-

El cerebro de Sean trabajo al máximo de velocidad, si fuese una maquina de engranajes estos se hubiesen fundido al instante.

-Pfff-, resoplo.-Regalos les hago a todas las mujeres-. Y era verdad lo hacia con todas a quien el quería mantener a su lado como amigas. Esto ultimo tampoco lo dijo.

-No se, yo te conozco todos los movimientos. A mi no me engañaras nunca-.

-Jajajá- rió de rabia e ironía.-Y para que voy a querer engañarte a ti.

-Porque todo lo intentas ocultar-.

-Claro, claro- Que rabia sentía por dentro, malditas mujeres pendientes de todo lo que hace uno, ni siquiera porque tuvieran algo que ver con ellas.-¿Y eso es todo lo que tenias que decirme?

-¿Hay algo más que deba saber?-.

-No, de todas formas ese rumor es bastante tonto, me contaste algo que paso antes de que sintiera atracción hacia la chica-.

-Yo todo lo se a mi no me engañas-.

-Bueno la otra semana haré algo ante ti para que inventes otra historia de esas que te gusta imaginar, no haz visto nada de lo que hago en todo caso, de ser así estarías fantaseando todos los días-.

-Jajajá, claro a ver me gustaría verte...-, cerro los ojos como si se concentrara. -...con Ana-.

-Jajajá, pero si me topo con ella todos los días en cualquier momento inventas algo-. De hecho a Ana también le había regalado chocolates y para que pensar en las veces en que habían salido a otras partes con ella.-Dame algo más difícil...- Así como iban las cosas solo tenia que dar un dulce a una mujer frente a otra mujer y ya le inventaban un rumor.

-No para que-.

-Tienes mucha imaginacion-.

-Yo se para que haces todo esto-.

Fue como un golpe que lo hizo casi dar un sobre salto en la silla, jodida mujer porque tenia que salir con sorpresas de la nada. Creyó no haber exteriorizado su asombro, rezo para que no hubiese sido asi. Solo la miro por el contorno y le sonrió.

-Lo haces para que yo le vaya con el cuento a Altenia-.

Altenia su antiguo amor. Rio para sus adentros, ¿que tenia que ver todo esto con Altenia? no habia hablado con la chica y mucho menos se le había pasado por la cabeza hace muchos años. Nada lo habia divertido tanto hoy como eso. Se encontro riendo en voz alta y con Sofia mirandolo enfurruñada.

-No hubieses soltado tanto si no quisieras que le fuera con cuentos-.

-Claro, asi fue-. Siguio riendo casi tan fuerte que no le extrañaria que en el bar todos lo estuviesen mirando si no era que todos hacían algo que parecia requerir de toda su atención.- Estas equivocada, vivi el duelo de ella hace tiempo, desde que me aleje no se me ha pasado por la cabeza.

-No me engañaras-.

Jodida mujer ¿que quería que le contestara?, no pararía hasta escuchar lo que quería escuchar.

-Jajajá- fue todo cuanto Sean dijo.

Sofia lo miro con una sonrisa de victoria le dio la espalda y se marcho.

Monday, May 05, 2008

Contra mi tu



Cuando cierras las cortinas lo normal es que no veas nada, cuando cierras una etapa de tu vida lo más común es que todo lo que hiciste para borrar, quedara en nada -con lo difícil que es-, y creas una presión que aumenta el flujo de ideas culpables y pensamientos que cuestionan tu decisión.
Lo más común es que cuando caminas por la calle con la vista gacha para no ver a nadie levantas los ojos para ver lo que hace un momento evitabas ver, a nadie.

Cuando tome tu mano y te dije que te llevaría a donde yo quisiera, era verdad, maneje los hilos de tu vida los ate y manipule y los enrede tanto que no pude escapar de ellos, tanto como cuando el placer arduo de tocarte cada mañana se vuelve una lucha entre el dolor, pues el placer que se quiere disfrutar eternamente es el placer que a la larga, más doloroso termina siendo. Gracias a ti descubrí que la verdad y la felicidad radican en el poco tiempo. Felicidad que a medias puede ser entendida como tristeza, porque después de todo ¿quién es feliz cuando alcanza el máximo placer? ¿Acaso no sientes que se te escapa aquello que querías dominar que se va y te deja vacio?, ¿que huye de ti cuando estabas saboreando la exquisitez de su regocijo?

Si, es esa la felicidad que nunca pude dominar.






Cuando cerraste la cortina vi que todo lo que había pensado se desvanecía, todo lo que admiraba en ti se esfumo, cada recuerdo que tenía hacia ti fue lanzado a la basura. Todo porque cerraste la cortina, gesto que demuestra que en el fondo eres un monstruo que no razona sus pensamientos. Que cedes a la presión fácil de olvidar.

Lo común en ti es que mires el suelo para no verme, que esquives la mirada entre las huellas que dejo el tiempo y que solo levantes tus ojos para confirmar que no estoy ahí.
Cuando te daba mi mano era para que me llevaras porque me entregaba a ti, no era para que me obligaras a avanzar y a caminar a mi antojo, para que me dejaras dominarte con mis palabras y actitudes. El placer sabes, es lo que pienso que hay entre dos, es algo que no se va y que permanece, la felicidad es lo que queda y tú siempre te ibas. Me dejabas, y en tu cara solo se veía un aire de amarga frustración, como si no estuviera a tu lado. ¿Acaso no valoras que cuando liberas todo el placer exista una persona a tu lado? La felicidad es todo lo que tienes en tus manos pero que liberas para dejar escapar, como lo hiciste conmigo. Porque para ti el placer es… todo lo contrario a mi felicidad.